La simple idea de un café hace que me levante con más ganas por la mañana aquí en Trieste. Sí, claro, luego pienso en los planes del día, en ver esto o aquello, pero lo primero es lo primero.
A las 7.30, la hora en que abren la sala de desayuno, bajo a por mi cappuccio. Pongo la taza bajo el dispensador, pulso el botón del café elegido y, ¡ah!, ahí está. Buenísimo.
Mientras lo tomo, Vincenzo (Enzo para los amigos), el dueño del hostal en el que me hospedo (Hotel Alabarda), como cada día me pregunta qué he visto y me explica qué podría ver aún en el tiempo que me queda. Es un pozo de información y una buena fuente para aclararme dudas. Lleva aquí muchos años, desde que llegó de un pueblo cercano a Nápoles; luego se casó con una española a quien conoció en el trabajo (ambos trabajaban en compañías telefónicas) y tuvieron dos hijas, Dania y Amanda, que ahora trabajan en el hostal. Vincenzo, ya jubilado, solo viene a echar una mano a la hora del desayuno.
Esta mañana hemos hablado de café, de cómo Trieste posee el principal puerto del Mediterráneo en el tráfico de café, de la tradición cafetera de la ciudad, de sus cafeterías, de sus dueños y de las empresas que tuestan y muelen el grano ellas mismas, como es el caso de Illy. Su fundador, Francesco Illy, dejó su Hungría natal cuando todavía era el Imperio austrohúngaro para dirigirse a Trieste después de la Primera Guerra Mundial y fundar Cafés Illy, hoy una importante multinacional, como sabemos.
La charla ha ido seguida de una visita a su cafetería preferida, la Cremcaffè de la piazza Goldoni, una marca surgida en la ciudad en 1951 y que ha cobrado un gran prestigio. Este establecimiento -abarrotado a cualquier hora del día- es un paraíso para los amantes del café, que pueden deleitarse probando un gran número de variedades y aromas de todo el mundo al estilo y según la cultura italianos, es decir, de pie y casi de un sorbo.

Las primeras botteghe di caffè (cafeterías) se abrieron en Trieste en la segunda mitad del Settecento, probablemente siguiendo el ejemplo de muchos locales venecianos de moda, pero adquiriendo inmediatamente una inconfundible impronta vienesa en el mobiliario y el servicio. En 1768, en la contrada Bottari (actualmente via San Nicolò), se le concede a Benedetto Capano la exclusiva de la venta de «acque fredde e calde, the, caffè, cioccolata, limonate, sorbetti ed acque sciroppate» (agua fría y caliente, té, café, chocolate, limonada, sorbetes y jarabes).
De ahí en adelante las botteghe di caffè se multiplican en una Trieste que estaba convirtiéndose rápidamente en un emporio centroeuropeo. Con el paso del tiempo, el espíritu cosmopolita de la ciudad se deja ver también en estos locales, que se fueron convirtiendo en los centros de reunión de las diferentes tendencias culturales y políticas de la urbe. Así, surgieron caffè claramente políticos, otros para oficiales y altos funcionarios austríacos, los frecuentados por la burguesía, los de los hombres de negocios y, por supuesto, los caffè letterari (cafés literarios), frecuentados por James Joyce, Italo Svevo o Umberto Saba, entre otros intelectuales.
A día de hoy, las mesas de los caffè storici (cafés históricos), como se les conoce, están ocupadas por personas mayores deleitándose con su café, universitarios revisando apuntes y, cómo no, turistas que se dejan sorprender por el ambiente apacible y el carácter de estos locales. Todos ellos evocan más de un siglo de historia de la ciudad a la vez que están perfectamente integrados en la realidad actual.
También en la piazza Goldoni se encuentra el Bar Venier, un lugar entrañable fundado en 1921 en el que -como sus carteles anuncian orgullosamente a los transeúntes- todos los productos son artesanos, elaborados a la vieja usanza, según el buen hacer triestino.



Este caffè storico amable y carente de pretensiones cuenta también con un estanco y está decorado con murales y fotos de la antigua Trieste, que le imprimen carácter. Los clientes son recibidos con un saludo sincero seguido de su nombre, como corresponde a un verdadero café de barrio.

Situado en la que una vez fuera la piazza dei Negozianti (hoy piazza Nicolò Tommaseo) y con un segundo acceso por la riva Tre Novembre, el Caffè Tommaseo, el más antiguo de la ciudad, fue fundado en 1830 por el patavino (natural de la ciudad de Padua, en el norte de Italia) Tommaso Marcato y pronto se convirtió en un punto de encuentro privilegiado para artistas, hombres de negocios y políticos. Años más tarde, fue rebautizado en honor del escritor y patriota dálmata Tommaseo.
Famoso también por haber introducido el gelato (helado) a principios del siglo pasado, el Caffè Tommaseo ofrece un ambiente luminoso, sofisticado y elegante, decorado con espejos expresamente venidos de Bélgica, sillas de madera curvada y decorados realizados por el pintor triestino Giuseppe Gatteri.
El Caffè Stella Polare lo encontramos en el corazón del céntrico distrito del borgo teresiano, cerca de la iglesia ortodoxa serbia de San Spiridione y muy próximo a la piazza della Repubblica y la piazza Sant’Antonio, en via Dante Alighieri.
Nacido como un local típicamente austrohúngaro con una decoración de estuco clásica y espejos en parte conservados, el local ha sido durante años el refugio de hombres de negocios e intelectuales tanto triestinos como extranjeros. Tras el fin de la segunda guerra mundial y la llegada de los angloamericanos a la ciudad, el café se convierte en una famosa sala de baile y escenario de innumerables historias de amor que provocaron el embarco de muchas muchachas triestinas hacia los Estados Unidos convertidas en esposas de jóvenes soldados americanos.
Durante mi visita, el local estaba en obras y, como pude leer en el periódico triestino «Il Piccolo», estaba también en proceso de cambiar la gerencia, aunque continuará perteneciendo a la comunidad ortodoxa serbia.
El Caffè degli Specchi (café de los espejos) abrió sus puertas en 1839 a manos del griego Nicolò Priovolo en los bajos del Palazzo Stratti, en la piazza Grande (a partir de 1918, llamada piazza dell’Unità d’Italia) que continúa representando el corazón de la ciudad.

Por su particular situación, el Caffè degli Specchi se convirtió en un lugar óptimo para seguir todos los acontecimientos históricos, políticos, económicos y culturales de la ciudad. En el transcurso de los años, el café cambió numerosas veces de gestión y sufrió múltiples transformaciones -por ejemplo, tras la segunda guerra mundial, los aliados angloamericanos lo requisaron y colocaron en su interior las insignias de la Royal Navy (la marina británica).
Le pido a Suzanna un caffè latte macchiato mientras le digo lo mucho que me gusta el local y la suerte que tiene de trabajar en un sitio así, viendo a través de los magníficos ventanales la monumental piazza dell’Unità d’Italia bajo todas las tonalidades de luz del día y de la noche, lo que sin duda constituye un verdadero espectáculo.


Le encanta su trabajo; lo veo en sus ojos cuando me cuenta que se especializan en chocolate y me ofrece una pequeña cata privada. Creo que es el mejor chocolate que he probado en mi vida. Incluso ahora se me hace la boca agua con solo acordarme.


El Antico Caffè Torinese está en corso Italia y data de 1919. Los muebles son obra del ebanista triestino Debelli y recuerda el interior de los famosos transatlánticos de principios del siglo pasado, el Vulcania y el Saturnia, decorados por el mismo artista.
A pesar de lo que se pudiera pensar por lo espectacular de la decoración, el Antico Caffè Torinese destila proximidad y camaradería, en gran medida gracias a la atención y a las recomendaciones de Ermanno, el alma del lugar.

El pequeño e íntimo Bar ex Urbanis (antes Caffè Urbanis) nació de las cenizas de una panadería en la primera mitad del siglo XIX. El mosaico del suelo muestra la fecha histórica de su fundación y se conservan partes de las pinturas del techo y de las paredes.

Abierto en 1914, el Caffè San Marco se convirtió inmediatamente en el lugar de encuentro de lectores de periódicos y en un laboratorio de pasaportes falsos para los patriotas antiaustríacos que querían escapar a Italia.
Completamente destruido por los austríacos durante la guerra, se reconstruyó para convertirse en los años veinte en lugar de reunión de muchos intelectuales triestinos como Saba y Svevo. El San Marco ha pasado por muchos cambios hasta llegar a la decoración actual, obra del hijo adoptivo de la ciudad Livio Rosignano. Su interior recuerda la típica atmósfera de los cafés vieneses con su barra de madera con incrustaciones, las pinturas en medallones de las paredes (que, en este caso, ofrecen imágenes de los personajes típicos del Carnaval Veneciano), la repetición obsesiva de las hojas del café en los adornos, las mesas de mármol y los espejos, aunque con un toque de modernidad que lo hace encantador y muy atractivo.
La principal característica de este café es, sin duda, su marcado carácter cultural. En él se realizan continuamente veladas de poesía y música, conferencias, encuentros, y es, además, una librería especializada en Filosofía. El escritor triestino y profesor de literatura alemana en la Universidad de Trieste, Claudio Magris, es un asiduo del San Marco, al que le dedica un capítulo en su libro Microcosmos.

El más asiduo parroquiano del Caffè Pasticceria Pirona fue James Joyce, quien empezó a pensar aquí su Ulises, entre la degustación de un exquisito dulce y una copa de buen vino.
En esta famosa pastelería se pueden encontrar tanto sofisticados pasteles como especialidades triestinas, y conserva toda su autenticidad a través del mobiliario original y de un montón de detalles que la llenan de calidez y armonía.


Capítulo especial merecería la familia dueña del negocio, encantadores todos ellos, que saciaron mi curiosidad contestando a numerosas preguntas sobre la especial forma de pedir un café en Trieste (los triestinos usan una forma propia y peculiar para ello), la elaboración de los dulces y pasteles tradicionales que probé y, por supuesto, sobre Joyce. Hablamos también de su historia familiar, íntimamente ligada a la ciudad, del dialecto triestino, de Barcelona, de estudios y trabajo… Mientras tanto, el goteo de clientes fue constante: un chico que quería una selección de pasteles típicos para llevarse de viaje y obsequiar a su familia, una madre y una hija que, de camino a la escuela, decidieron entrar a merendar y que en el tiempo que empleé en beberme un capo ellas, con gran maestría triestina, tomaron un capo deca in b (un espresso macchiato descafeinado en vaso) cada una acompañándolo de un buen pedazo de strudel de manzana (el strudel es un tipo de pastel originario de Europa central asociado frecuentemente con las cocinas alemana, austríaca e italiana), todo ello de pie en la barra (como yo, la pasticceria no tiene sillas ni mesas) mientras mantenían una animada conversación con la dueña y revisaban los deberes que supongo la niña tenía que entregar en un rato.

La Pasticceria La Bomboniera, operativa desde 1836, ofrece productos típicamente austrohúngaros junto a las especialidades propias de Trieste. Se trata de uno de los cafés/pastelerías más antiguos de Italia y el único en utilizar el horno de leña original para elaborar sus productos.






Triste, muy triste, «una vera schifezza» (o lo que es lo mismo, un verdadero asco), como apunta vehementemente la simpática dependienta de la librería de enfrente al ver mi cara de sorpresa ante tal pérdida. Desde su lugar privilegiado, ella ha tenido que cambiar el placer de contemplar unas vidrieras originales de 1863 con pasajes de la historia de la ciudad por las idas y venidas de consumidores preocupados por su factura del gas. Y es que la crisis hace estragos… también en el mundo de los cafés.
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Direcciones de los caffè storici de Trieste:
Caffè degli Specchi, piazza dell’Unità d’Italia, 7 – www.caffespecchi.it
Bar ex Urbanis, via del Teatro, 4
Caffè Tergesteo, Galleria Tergesteo, piazza della Borsa, 15
Caffè Tommaseo, piazza Nicolò Tommaseo, 4c – www.caffetommaseo.it
Antico Caffè Torinese, Corso Italia, 2 – www.anticocaffetorinese.it
Caffè Stella Polare, via Dante Alighieri, 14
Caffè San Marco, via Cesare Battisti, 18
Bar Venier, piazza Carlo Goldoni, 11
Pasticceria La Bomboniera, via Trenta Ottobre, 3 – www.pasticcerialabomboniera.com
Caffè Pasticceria Pirona, Largo Barriera Vecchia, 12 – pirona.blogspot.com.es
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