Naciones Unidas estableció el 27 de enero como Día Internacional en Conmemoración a las Víctimas del Holocausto.
Sin duda, el genocidio nazi es una de las mayores tragedias que presenció la Europa del siglo XX. La mitad de la comunidad judía mundial fue exterminada entre 1940 y 1945 siguiendo un plan minucioso que culminaría con la llamada solución final, ideada en la Alemania nacionalsocialista del Tercer Reich. Con la liberación de los campos de concentración y de exterminio por parte de los aliados salieron a la luz las atrocidades que, con total impunidad, se perpetraron contra personas inocentes.
En lo alto del monte Herzl (monte del Recuerdo), una de las siete colinas sobre las que se asienta la ciudad de Jerusalén, y lejos de la Ciudad Vieja, el bullicioso centro turístico de la ciudad, se alza el complejo de edificios del museo de la Historia del Holocausto. La construcción es de forma triangular y dibuja media Estrella de David, símbolo del judaísmo y del Estado de Israel, en conmemoración de los seis millones de judíos exterminados en el Holocausto.

Yad Vashem es la institución oficial israelí que se constituyó en memoria de las víctimas y que impulsó la creación del museo con el fin de narrar la historia de la shoah (Holocausto, en hebreo) desde la perspectiva única de la comunidad judía.
En el museo del Holocausto de Jerusalén impera un respetuoso silencio. Son 4200 metros cuadrados de testimonios escritos, fotografías de la época, carteles propagandísticos y grabaciones de entrevistas, entre otros muchos documentos, los que conforman su exposición permanente. Las historias personales contadas por los mismos supervivientes junto con las cartas y las pertenencias de los que no consiguieron sobrevivir son la esencia de un museo que pasó más de una década recopilando testimonios, investigando documentos y hablando con los familiares de las víctimas con el fin de poner nombre y apellidos a los que fueron exterminados.

La Sala de los Nombres, obra del arquitecto Moshe Safdie y de la diseñadora Dorit Harel es un ejemplo del componente de individualidad que también recoge el museo. Con capacidad para seis millones de páginas, más de dos millones recogen actualmente una breve biografía de cada víctima a modo de memorial del pueblo judío a todas y cada una de las personas de la comunidad que fueron asesinadas en el Holocausto.

En la Sala del Recuerdo se inscribieron los nombres de los veintidós campos de concentración y de exterminio en los que fueron asesinados los seis millones de judíos, y en el Monumento Conmemorativo de los Niños se rinde homenaje al aproximadamente millón y medio de menores judíos que perecieron.

A día de hoy, setenta y un años después de la liberación del campo de exterminio de Auschwitz-Birkenau por parte del Ejército Rojo y habiéndome paseado por el complejo de la colina durante horas, no puedo dejar de pensar que para ser cómplice de un acto no hace falta formar parte de él explícitamente, basta con girar la cabeza y mirar hacia otro lado.
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