«De la misma manera que existe esta ilusión en el amor, esta ilusión de ser capaz de no olvidar nunca, también yo he tenido la ilusión ante Hiroshima de que jamás olvidaría. Igual que en el amor» – Marguerite Duras (Hiroshima mon amour)




Recorrido por el parque
El parque Memorial de la paz, terminado en 1954, ocupa el espacio del antiguo distrito de Nakajima, epicentro comercial durante el período Edo (1603 – 1868) además de administrativo y político en la era Meiji (1868 – 1912).
Se estima que en el momento del bombardeo, alrededor de 6500 personas vivían en los siete cho (vecindarios) del distrito de Nakajima. Además de sus habitantes habituales, miles de estudiantes y voluntarios de los cuerpos de paz se encontraban en la zona ayudando en la demolición de edificios para hacer un cortafuegos. Prácticamente todas esas vidas fueron sesgadas al tiempo que el distrito entero quedaba arrasado.
En toda la ciudad se calcula que, en esos momentos, vivían unas 350 mil personas incluyendo miembros de las colonias japonesas de Corea, Taiwán y China continental (muchos de ellos trabajadores forzosos). A finales de diciembre de 1945 ya habían fallecido 140 mil.

El 6 de agosto de 1949, en el cuarto aniversario del bombardeo sobre Hiroshima, se decidió que el distrito de Nakajima al completo se dedicaría a la conmemoración de la paz, y ese fue el comienzo de lo que en la actualidad constituye el parque. Con más de 120 mil metros cuadrados poblados de árboles, lagos y senderos, el parque exhibe docenas de cenotafios y monumentos, y al sur del mismo se halla el museo Memorial de la paz.






El monumento dedicado a los niños es uno de los más conocidos y visitados. Llaman sobre todo la atención las vitrinas con miles y miles de grullas de papel ensartadas en hilos, invadiendo la escultura de color.

Aquí es donde hay que hablar de Sadako Sasaki, una niña de dos años que vivía con su familia a 1700 metros de distancia del lugar en el que explotó la bomba. Sadako voló a través de una ventana y su madre salió corriendo de la casa con la seguridad de que la encontraría muerta; sin embargo, seguía con vida y sin lesiones aparentes. Mientras huían calle abajo, Sadako y su madre quedaron atrapadas en la «lluvia negra» producida por las partículas radioactivas.
Sadako creció como cualquier otra chica hasta que a los once años de edad desarrolló una hinchazón en el cuello y detrás de las orejas, y un par de meses después se le formó púrpura en las piernas. Al cumplir doce años (el 7 de enero de 1955), le diagnosticaron una leucemia maligna aguda de las glándulas linfáticas.
En agosto de ese mismo año, después de dos días de tratamiento, fue trasladada a una habitación con una compañera de cuarto, una niña estudiante de secundaria dos años mayor que ella también enferma de cáncer. Fue esta compañera quien le contó la leyenda japonesa según la cual a aquel que consiga plegar mil grullas de origami (el arte japonés de la papiroflexia) le será concedido cualquier deseo. El deseo de Sadako era vivir y se puso a doblar grullas de papel. Desgraciadamente, la leyenda no funcionó con la niña, que falleció el 25 de octubre de 1955.








El museo en 3 partes
♦ Hiroshima antes de la bomba: El museo Memorial de la paz abre con un recorrido muy detallado que va desde la fundación de Hiroshima, su historia y gradual desarrollo hasta llegar a las imágenes de la ciudad justo antes del lanzamiento de la Little Boy.

♦ El día del bombardeo y sus efectos: Desde la noche del 5 de agosto hasta las primeras horas de la mañana del día 6, sonaron las sirenas y las alarmas antiaéreas en Hiroshima. A pesar de una noche poco sosegada, el día empezó como cualquier otro, con prisas para llegar al trabajo y con los movilizados para las obras de demolición dirigiéndose a sus respectivos puestos.






La bomba generó un calor y una explosión tremendos; el suelo más cercano al hipocentro alcanzó temperaturas de 3000ºC – 4000ºC, provocando innumerables incendios por toda la ciudad. La presión en el epicentro de la explosión ascendió hasta el punto de generar una onda sísmica seguida de una fortísima ráfaga de viento que destruyó los edificios al instante.


La bomba emitió una cantidad masiva de radiación inicial con unos peligrosos niveles de radiación residual que continuó contaminando la zona. Quienes habían estado expuestos a ella a una distancia de hasta 1 kilómetro del hipocentro murieron a los pocos días; los que lograron sobrevivir han desarrollado leucemia y otros tipos de cáncer a niveles muy superiores a los del resto de la población. A día de hoy, la radiación continúa afectando la salud de muchos de ellos.


Me llamó poderosamente la atención el caso de los supervivientes de la bomba atómica (unos 300 mil en Japón y algunos más que actualmente viven fuera del país). Los hibakusha (persona bombardeada, en japonés) han sido, desde 1965, objeto de diversos estudios por parte del gobierno nipón con la intención de determinar el número y sus condiciones de vida.
Sin embargo, pese a estas tentativas, los supervivientes no reciben la atención que cabría esperar. Es más, al dolor físico y psicológico, hay que añadir también el factor de rechazo social; con frecuencia son discriminados por sus conciudadanos por creer que pueden ser portadores de enfermedades congénitas o incluso contagiosas, a pesar de no existir prueba alguna que avale tales conjeturas.

♦ Hiroshima desde el bombardeo: En esta etapa del recorrido la ciudad deja claro, por una parte, el más absoluto rechazo ante cualquier tipo de prueba nuclear de cualquier país y, por otra, su deseo de paz.

Se expone información detallada de la naturaleza de este tipo de armas, de los países que las poseen y de sus devastadores efectos.
También en este punto encontramos fotografías de mandatarios y personalidades del mundo entero visitando el museo para expresar su apoyo a la ciudad y rechazar las armas atómicas.

La muestra concluye con una foto en blanco y negro simple pero muy poderosa: una humilde planta abriéndose paso entre las ruinas y la tierra yerma. La imagen va acompañada de un pequeño escrito a modo de epílogo: «Aquel otoño en Hiroshima, donde nada tenía que crecer durante setenta y cinco años, surgieron nuevos brotes y la gente recuperó la esperanza y el coraje».
INFO: http://hpmmuseum.jp (página web del museo Memorial de la paz [en inglés y japonés]).
NOTA: Hiroshima mon amour es una novela de Marguerite Duras llevada al cine por ella misma como guionista y por el cineasta francés Alain Resnais. Narra la relación romántica de una pareja en la Hiroshima de posguerra.
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Qué interesante artículo, viajera. Las fotos extraordinarias. Gracias por compartirlas. Hola!!! Vi que empezaste a seguirme y decidí pasar a darte la visita. Tienes un blog impresionante. Estaré por aquí más a menudo. Gracias por seguirme y bienvenida a mi casita. Saludos!!!
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¡Mil gracias por tus amables palabras, melbag123! A mí me encanta el tuyo (tu blog, quiero decir). Es un placer tenerte por aquí. Espero volver a “hablar” contigo muy pronto. Un abrazo.
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Tu excelente artículo, y en especial la historia de Sadako Sadako, me recordó la del Ginkgo biloba que sobrevivió a la bomba atómica de Hiroshima.
Gracias por escribir este —tan espectacular como entrañable— artículo.
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¡Ah, se me olvidaba! Lo cuento en https://wp.me/p8ysjN-1aG.
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Carlos, acabo de leer los varios artículos sobre el ginkgo. Me han gustado mucho y las fotos son espectaculares. ¡Qué rabia no haber visto el árbol cuando estuve en Hiroshima!! Arrrggghhh… siempre se escapa algo. Me hubiera encantado… Será la próxima vez, ahora ya sé de su existencia. ¡Gracias!
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Un placer, Carlos; estoy muy contenta de que te haya gustado; me has alegrado esta mañana de domingo tan gris…
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Me alegro de que te gusten los artículos del Ginkgo biloba (por cierto: mi árbol favorito).
Las fotos —lamentablemente— no son mías. Dado que no me gusta publicar imágenes con derechos, todas provienen de la Wikipedia.
Gracias.
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También es uno de mis predilectos; es precioso. Lo “descubrí” de pequeña, cuando en la escuela nos encargaron un trabajo recogiendo hojas de árboles que teníamos que identificar. Encontré la del ginkgo y, cosas de la vida, hace solo unos días estuve haciendo limpieza en casa y tengo las láminas en mis manos ahora mismo; incluso pienso en enmarcarlas. Ya ves.
En cuanto a las fotos, siguen siendo preciosas vengan de donde vengan.
Un abrazo y mil gracias por dedicarle tiempo a este espacio.
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Sí, lo cierto es que las imágenes que escogí son todas una verdadera maravilla.
Gracias a ti.
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