La procesión del Domingo de Ramos: llanto sobre Jerusalén y entrada en la ciudad
De acuerdo con los Evangelios del Nuevo Testamento, Jesús hizo su entrada triunfal en Jerusalén a lomos de un borrico y en medio de una multitud que lo aclamaba con ramas de olivo en la mano y gritos de «Hosanna, bendito sea el que viene en nombre del Señor». El Domingo de Ramos es el día en que los cristianos conmemoran este hecho con el que se da inicio a la Semana Santa.
El 14 de abril del pasado año fue el día en que, una vez más, las laderas del monte de los Olivos albergaron la tradicional procesión del Domingo de Ramos. En ella, miles de católicos llegados de todo el mundo recrearon la entrada de Jesús a la ciudad amurallada.
«Al acercarse a Betfagé y Betania, junto al monte llamado de los Olivos, envió a dos de sus discípulos, diciéndoles: “Id a esa aldea que está enfrente y, al entrar en ella, encontraréis atado un pollino en el cual no ha montado nunca nadie; desatadlo y traedlo. Y si alguien os preguntara por qué lo desatáis responderéis porque el Señor lo necesita. Fueron, pues, los enviados y encontraron conforme Jesús les había indicado. Mientras ellos estaban desatando el pollino, les preguntaron los dueños: “¿Por qué lo desatáis?”; ellos respondieron: “Porque el Señor lo necesita”. Lo llevaron, pues, ante Jesús y, echando encima del pollino sus mantos, hicieron que Jesús se montara en él. Mientras él caminaba, las gentes extendían sus mantos por el camino» – Evangelio de san Lucas
El día amaneció caluroso por primera vez en los cuatro días que llevaba en la ciudad, pero, al salir a la calle, me di cuenta de que, en realidad, sería otro día de viento cargado de partículas de arena tan común en Jerusalén y al que los jerosolimitanos le quitan importancia con un «es lo que tiene vivir en el desierto».
Salí pronto del albergue aun sabiendo que la procesión, como tal, no empezaría hasta las 2:30 h de la tarde. Necesitaba sentarme a releer bien el recorrido mientras desayunaba tranquilamente; luego, emprendería el camino hacia lo alto del monte de los Olivos, a unos dos kilómetros de la ciudad vieja, hasta llegar al lugar en el que arranca la procesión: la iglesia de Betfagé. Desde allí, la marcha sigue su camino hacia Jerusalén pasando por los siguientes lugares: (1) santuario y convento franciscano de Betfagé; (2) monasterio de las Carmelitas del Padre Nuestro; (3) capilla de la Ascensión del Señor; (4) capilla del Dominus Flevit; (5) iglesia ruso-ortodoxa de santa María Magdalena; (6) Getsemaní; (7) tumba de la Virgen María y gruta del Prendimiento; (8) lugar del martirio de san Esteban; (9) puerta de san Esteban; y (10) piscina probática.


La procesión, suspendida al final del reino cruzado, se volvió a practicar en los siglos XVI y XVII por parte de los franciscanos con el padre Custodio de Tierra Santa, que representaba la figura de Cristo montado sobre un asno. A partir de 1933, la procesión volvió a adquirir la máxima solemnidad presidida por el Patriarca Latino de Jerusalén.
Me traje de casa una de las palmas que, cada año, un grupo de señoras de Cambrils elaboran de forma artesanal en el garaje de una de ellas.

La subida no es cosa de risa. Por el camino, en días así, tienes que ir sorteando los taxis que algunos optan por tomar para ahorrarse la caminata.
A pocos metros ya de la aldea de Betfagé, hay que hacer un esfuerzo final subiendo esta empinada escalera.

Luego, una pequeña bajada en la que me uní a otros caminantes y ya estaba en Betfagé. Me hizo especial ilusión volver a ver al conocido como «Jesús de Jerusalén» (en inglés le llaman «the Jesus guy»). Se trata de Carl James Joseph, un peregrino católico de Detroit, Michigan, que ha vivido sin dinero dependiendo únicamente de la generosidad del prójimo los últimos treinta años. Descalzo y vestido con una túnica blanca, ha recorrido más de veinte países como misionero desde que eligió vivir como cree que lo hiciera Jesús hace más de dos mil años. Le vi en mi primer viaje a Israel y Palestina de 2013, participando en la procesión del Viernes Santo y, seis años después, sigue en el mismo lugar. De hecho, acude a la ciudad santa cada año por estas fechas para seguir los pasos de Jesús; el resto del año, se le puede ver andando por las calles de Jerusalén o rezando en la iglesia del Santo Sepulcro.


• La iglesia de Betfagé
Una vez en el patio de la iglesia pude ver a grupos de fieles de todo el mundo que habían acudido para unirse a la procesión. Funcionaban como comparsas de un carnaval: llevaban alguna prenda distintiva que los distinguía como grupo, ya fuera una camiseta, una gorra o ambas cosas y, por supuesto, una gran bandera de su país o comunidad religiosa. La gente cantaba, levantaba las palmas y ramas de olivo, incluso algunos venían con una coreografía ensayada de casa.
Al cabo de un rato, entré en la capilla a esperar que llegara la hora de iniciar la marcha hacia Jerusalén.

En el año 1876, fue descubierta por un labrador una piedra cuadrangular con restos de pinturas de la época cruzada representando dos episodios de la resurrección de Lázaro y entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. En 1880, se adquirió el terreno y, tres años después, se edificó en él un pequeño santuario bautizado como Betfagé, el cual fue restaurado como se conserva actualmente en 1954.













El recorrido que, como cada año, tuvo lugar en Jerusalén Oriental —la parte de la ciudad que Israel ocupó en 1967— contó con una importante presencia de palestinos católicos, incluyendo figuras religiosas locales.


Por fin nos pusimos en marcha. Los palestinos fueron quienes encabezaron la procesión, que contó también con un grupo de cristianos hebreoparlantes, en su mayoría hijos de inmigrantes filipinos radicados hace mucho tiempo en el país, que se hicieron escuchar y se encargaron de hacerle un lugar al lenguaje oficial israelí.






















• La capilla del Dominus Flevit
El Hijo de Dios eligió el sendero norte para ascender a Jerusalén y, ante el lugar conocido como Dominus Flevit, lloró al ver por última vez la espectacular vista de la ciudad.
A mitad altura de las faldas del monte de los Olivos se encuentra la capilla conocida como Dominus Flevit, es decir «donde el Señor lloró», puesto que ese se considera el lugar en el que Cristo derramó lágrimas al profetizar la destrucción de Jerusalén a manos de los romanos.


«Al llegar cerca de Jerusalén, poniéndose a mirar esta ciudad, derramó lágrimas sobre ella, diciendo: ¡Ah, si conocieses también tú, por lo menos en este día, lo que puede atraerte la paz! Mas ahora está todo ello oculto a tus ojos. Días vendrán sobre ti en que tus enemigos te cercarán de trincheras, te rodearán y te estrecharán por todas partes. Y te arrasarán con los hijos tuyos, que tendrás encerrados dentro de ti, y no dejarán en ti piedra sobre piedra; por cuanto no has conocido el tiempo en que Dios te ha visitado» – Evangelio de san Lucas
Esta iglesia fue construida en 1930 por el arquitecto franciscano Antonio Barluzzi sobre los restos de una iglesia bizantina, de la que se conservan mosaicos del siglo VII y algunas columnas.
A mediados del siglo pasado, los franciscanos llevaron a cabo una serie de excavaciones que permitieron descubrir restos cananeos de la Edad de Bronce y un antiguo cementerio de las épocas romana y bizantina en el que se encontraron sarcófagos y osarios; algunos tienen signos cristianos evidentes y pertenecerían a las primeras comunidades judeocristianas de Jerusalén.



El interior es muy sencillo. En la parte frontal del altar resalta un mosaico con la imagen de una gallina y sus polluelos alrededor de la cual se lee un mensaje en latín que hace referencia a un pasaje de la Biblia: «¡Jerusalén, Jerusalén!, la que mata a los profetas y apedrea a los que le son enviados. ¡Cuántas veces he querido reunir a tus hijos, como una gallina su nidada bajo las alas, y no habéis querido!» (Evangelio de san Lucas).
El punto culminante es, sin embargo, la vista de Jerusalén que, como hiciera Jesús, se puede contemplar desde la gran ventana situada detrás del altar.



• La puerta de san Esteban o de los Leones
Jesús dejó a la izquierda el huerto de Getsemaní, vadeó el Cedrón y comenzó la penosa ascensión hasta el recinto amurallado, convencido en soledad del martirio que le aguardaba y nadie presentía cuando le recibieron con loas y hosannas. Allí fue aclamado por los mismos que días más tarde le vituperarían y vilipendiarían camino del Calvario hasta medir la cruz con su cuerpo martirizado.
«Y una gran muchedumbre de gentes tendían en el camino sus vestidos; otros cortaban ramas de los árboles y cubrían con ellas el camino. Y, tanto las gentes que iban delante como las que venían detrás, clamaban diciendo: “¡Hosanna al Hijo de David, bendito sea el que viene en nombre del Señor, hosanna en lo más alto de los cielos!”» – Evangelio de san Mateo
Al final de la ascensión hacia la ciudad vieja, justo frente a la puerta de san Esteban o de los Leones, se creó un gran tapón que nos dejó ahí parados un buen rato.

Aprovecho este parón en el recorrido para aclarar que la de san Esteban no fue la puerta elegida por Jesús para entrar en Jerusalén, sino la de su izquierda, la puerta Dorada, la más antigua y la única que conducía directamente al monte del Templo. Hoy en día es imposible cruzarla porque se halla tapiada desde 1541 por orden de Solimán el Magnífico.





Por fin cruzamos la puerta de san Esteban, así llamada porque se cree que en las inmediaciones este santo sufrió martirio; el nombre de puerta de los Leones se debe a los cuatro bajorrelieves que de este animal se exhiben en lo alto. Verás que, parapetadas en la parte superior, había unas soldados israelíes que se iban comunicando con otros muchos que se encontraban vigilando nuestros movimientos a ambos lados de la entrada y en sus inmediaciones.
• La iglesia de santa Ana y la piscina probática
Poco después de traspasar la puerta de los Leones a la derecha —ya en el interior del barrio musulmán— se encuentra el (normalmente) silencioso y discreto lugar que acoge la iglesia de santa Ana. Con ella llegamos al final del recorrido de la procesión del Domingo de Ramos, pero la celebración continúa hasta el atardecer con cantos, música y baile en el patio del recinto.
El santuario de santa Ana custodia la piscina probática de Bethesda, donde Jesús llevó a cabo su primer milagro en Jerusalén curando al paralítico, y la casa de Joaquín y Ana, lugar en el que algunos sitúan el nacimiento de la Virgen.

A pesar de que el santuario fue entregado a Francia después de la guerra de Crimea y que sea ahora custodiado por los misioneros de África llamados Padres Blancos, los franciscanos continúan celebrando aquí la natividad de la Virgen María y la Inmaculada Concepción. Ya durante la ocupación musulmana conseguían, de tanto en tanto y no sin cierta dificultad, venir a rezar a la cripta de la basílica a la que se accede a través de una de las naves laterales. En el siglo XVII obtuvieron permiso para celebrar aquí las dos festividades marianas gracias a un decreto oficial.




La iglesia es un espléndido ejemplo de monumento cruzado y está magníficamente conservada. Se encuentra más o menos en el mismo lugar que la anterior iglesia bizantina, destruida durante la invasión persa del 614.

Edificada en 1140 por los caballeros cruzados, la basílica fue transformada, cincuenta años después, en una escuela coránica por Saladino y permaneció en manos musulmanas hasta 1856, fecha en que el sultán turco Abdul Mejid donó los terrenos a Francia.
No muy lejos de aquí se puede visitar la impresionante excavación de las piscinas de Bethesda, que han tomado el nombre de la iglesia, llamada santa Ana y la probática. En este lugar, la tradición sitúa el pasaje de la curación del paralítico en sábado.

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Fue un día muy emocionante a la par que agotador. Andar durante horas de la ceca a la meca para intentar conseguir la imagen que deseas entre una multitud que pretende hacer lo mismo sin dejar por ello de seguir el acto en sí no es tarea fácil, y los golpes, apretones, empujones y demás lindezas son lo más común del día. Parece mentira que en una celebración de esta naturaleza, la vida de alguien cuyo mensaje era el respeto y amor por los demás, lleguemos a enfadarnos por tener que esperar a que otros saquen una foto antes de hacerlo tú (en este sentido, alguna televisión fue realmente maleducada e irrespetuosa). El ser humano jamás dejará de sorprenderme —desgraciadamente, algunas veces para mal.
Pero, en fin, pelillos a la mar. Lo importante es que conseguí vivir la experiencia y estoy muy contenta por ello. Mientras los últimos participantes de la procesión apuraban el día de fiesta en el jardín de santa Ana, mi intención era llegar a mi habitación dando un paseo por la Vía Dolorosa, cruzando luego la ciudad vieja y saliendo, finalmente, por la puerta de Jaffa para subir por la Jaffa Road hasta el albergue. Sin embargo, al poco de empezar, me interceptó uno de los vendedores de las tiendas de regalos y recuerdos que abundan en esta calle (la Vía Dolorosa) insistiendo en que pasara a tomar una taza de café mientras descansaba un rato.


Acepté la invitación y me quedé como una hora charlando con Amir mientras echaba una ojeada a los muebles, alfombras, juegos de mesa, joyas, jarrones y mil cosas más que tenía a la venta. Terminé marchándome con un collar y un fular de regalo porque, según dijo mi anfitrión, hacían juego con mis ojos. Auténtica hospitalidad palestina.
Más información:
♦ Christian Information Center. En la Ciudad Vieja: puerta de Jaffa, enfrente del museo Torre de David | Aquí te darán toda la información referente a los actos litúrgicos que se celebran en cualquier momento del año | Lunes a viernes: 9:00 h a 17:30 h; sábados: 9:00 h a 12:30 h; domingos y festivos cerrado | Email: cicinfo@cicts.org
♦ Iglesia de Betfagé. Horario de verano (abril a septiembre): todos los días, de 8:00 h a 12:00 h y de 14:00 h a 17:00 h; horario de invierno (octubre a marzo): todos los días, de 8:00 h a 12:00 h y de 14:00 h a 16:30 h | Gratuita
♦ Capilla del Dominus Flevit. Horario de verano: todos los días, de 8:00 h a 12:00 h y de 14:00 h a 18:00 h; horario de invierno: todos los días, de 8:00 h a 12:00 h y de 14:00 h a 17:00 h | Gratuita
♦ Iglesia de Santa Ana y piscina probática (o de Bethesda). Horario de verano: de lunes a sábado, de 8:00 h a 12:00 h y de 14:00 h a 18:00 h; horario de invierno: de lunes a sábado, de 8:00 h a 12:00 h y de 14:00 h a 17:00 h | Email: bethesda.eleona_accounts@yahoo.com | Precio de entrada: 15 NIS (unos 3 euros)
♦ Amir’s Oriental Treasures & Fine Jewelery. Vía Dolorosa, 22 | Email: amer_bakri@hotmail.com
Habiendo entrado en Jerusalén, Jesús se dirigió al templo, echó de él a todos los vendedores y llevó a cabo curaciones. Pasó los próximos días entre Betania (aldea situada a poca distancia de la de Betfagé) y el templo hasta que llegó el momento de preparar la cena de Pascua.
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